El Cárcamo de Dolores un tesoro escondido en el Bosque de Chapultepec
El Cárcamo de Dolores es uno de esos lugares que desde que lo conocí, hace varios años ya, se quedó grabado en mi corazón para siempre.
Un espacio único que, me da la impresión, muchos en esta ciudad —y foráneos también— aún desconocen.
Es una joya oculta en pleno bosque de Chapultepec.
Cada vez que alguien me visita aquí en CDMX, procuro recomendar este lugar. Pero no solo a las personas que me vienen de fuera, en general, trato de difundirlo a quien sea pues es una pena que mucha gente aún no sepa de él, y para mí, es un lugar imperdible.
Pero, ¿qué es el Cárcamo de Dolores y porque es tan especial?
Ubicado en la segunda sección del Bosque de Chapultepec, esta grandiosa obra hidráulica inaugurada por el Presidente Miguel Alemán en 1951, después de 9 años de construcción, se hizo con el fin de reconducir las aguas de la cuenca de Lerma hasta la Ciudad de México y así abastecerla de agua a través de un acueducto subterráneo de 62 kms y 2.5 mts de ancho.
Fue un proyecto de ingeniería muy grande e importante, asombroso diría yo. El proyecto fue diseñado por el arquitecto Enrique Rivas y el ingeniero Eduardo Molina. En 1976, tras el agotamiento de los recursos de la cuenca de Lerma se tuvo que recurrir a una segunda cuenca, la de Cutzamala. Hoy, hasta la fecha sigue funcionando y trae agua de ambas cuencas y abastece a varias delegaciones de la ciudad, entre ellas, la Miguel Hidalgo y la Cuauhtémoc, así que es de vital importancia para la Ciudad de México.
Después de explicarles que es el Cárcamo, viene la parte importante e increíble de este mágico lugar: el mural subacuático y la fuente de Tláloc, ambas de Diego Rivera.
En 1950 el arquitecto Enrique Rivas, quien hizo el edificio del Cárcamo, invitó a Diego Rivera a participar en este proyecto, con la integración del mural “El agua origen de la vida” y la fuente de “Tláloc” dando importancia a los aspectos históricos y simbólicos del agua y así demostrar que podían colaborar juntos ingenieros, arquitectos, pintores y escultores en esta obra de ingeniería, dándole así esta parte estética importante. Aquí la ingeniería, el arte y la naturaleza conviven y se unen de una manera única.
Cuando llegas a este lugar, que además esta en un sitio privilegiado en medio del bosque, lo primero que ves es la fuente imponente de Tláloc. Esta se puede apreciar mejor desde la parte alta de en frente donde hay unas escaleras las cuales puedes subir y así visualizar mejor esta grandiosa escultura y fuente.
Diego Rivera la planeó precisamente para apreciarse desde las alturas.
Al fondo ves el edificio central, estilo funcionalista con detalles prehispánicos, donde adentro se encuentra el tanque de agua con el mural subacuático, ambos conviviendo con gran armonía.
La escultura de Tláloc tiene mucho simbolismo. Me parece fantástica, no se podía esperar más de Diego Rivera que fue un genio. Aquí representa al Dios del agua con su cuerpo cubierto de pequeños mosaicos y piedras de colores, sobre un espejo de agua. Tláloc tiene dos cabezas, una que mira al cielo y la otra, por atrás, que mira al Cárcamo y esa la aprecias desde adentro del edificio. Lleva puestas unas sandalias y en la suela de cada una se narra la historia de este proyecto hidráulico, en un lado, el águila posando sobre el nopal junto con una mano trabajan para que pase el agua por una montaña. En el otro lado, el agua encuentra una ruta que pasa por debajo de la montaña.
Además, en una mano, Tláloc trae unos granos de maíz para sembrar, en la otra mano dos mazorcas. Su cuerpo está rodeado por un mundo acuático del que salen manantiales, ríos, peces, hasta una rana y una milpa están representados allí, sin contar con una enorme serpiente de fondo que representa al Dios Quetzalcóatl.
Adentro del edificio, se encuentra el mural en lo que es un tanque profundo de agua, un tanque con cuatro compuertas de almacenamiento y que Diego Rivera lo proyectó así, justamente sumergido en agua dándole de esta manera movimiento.
Es una belleza, una joya única en su tipo. Estando allí, debemos de admirarlo con calma, tranquilamente ya que hay muchos detalles que observar. Yo me pasé un buen rato contemplándolo y lo disfruté enormemente.
En este mural, Rivera representa varias cosas, todas relacionadas con el agua. Desde la teoría del ruso Alexander Oparin sobre el origen de la vida con elementos microscópicos, peces, anfibios, etc hasta el origen del ser humano y la importancia del agua en la vida y en la tierra. También representando temas que Rivera tocaba frecuentemente como las razas, las clases sociales, el campo y la ciudad, el hombre y la mujer, todo esto relacionado con el agua como fuente de vida.
Sumado a eso, arriba de las compuertas que surten el depósito de agua, Diego Rivera retrató a los ingenieros, arquitectos y obreros que hicieron posible este proyecto hidráulico y que trabajaron desde 1942, de esta manera le hizo una especie de homenaje.
Con los años y el paso del agua a través del tanque, el mural de Rivera se fue dañando al grado que en 1992 tuvieron que reconducir el agua fuera del edificio. Cerraron las instalaciones del Cárcamo por 20 años para poder restaurar el mural. Hoy en día, abierto al público y completamente restaurado, se puede apreciar muy bien sin el agua que ya no pasa directamente por allí. ¡Es una joya!
Por último, para terminar de asombrarse y disfrutar toda la experiencia de este lugar, en el año 2010 el artista Ariel Guzik, quien es además inventor, músico e investigador que da voz a la naturaleza a través de instrumentos sonoros que él crea, hizo una instalación acústica donde a través de sensores convierte el ruido del agua (que pasa por abajo) y de señales meteorológicas como el viento en una especie de canto o música infinita e irrepetible que escuchas dentro del recinto y evoca el sonido del agua que solía haber allí cuando aún pasaba el agua por el tanque.
A mi me pareció un sonido mágico, una idea genial, algo que nunca antes había escuchado, casi hipnotizante. Con esto, el artista busca crear un estado de introspección que te haga reflexionar sobre la fuerza e importancia del agua. En mi opinión, es una gran instalación con un significado muy profundo, te hace meditar sobre la enorme importancia del agua y el estar allí admirando esta fantástica obra de arte con la música de fondo lo hace aún más especial.
El Cárcamo de Dolores es un espacio único en su tipo, no creo que exista en el mundo algo igual. Es un sitio que además de ser importante para la ciudad, mezcla el arte con la funcionalidad, por eso tiene categoría de museo y es un imperdible en esta ciudad. A mi me gusta visitarlo regularmente y recomendarlo.
No dejen de ir, créanme, ¡no se arrepentirán!
Puedes visitarlo de martes a domingo de 10 am a 5 pm y tiene un costo de 30 pesos.
Se encuentra ubicado en la segunda sección del Bosque de Chapultepec.